martes, 16 de octubre de 2007

dr.dulcamara

claro caso de mala suerte fue el de heraclio fournier. jugador empedernido desde su más tierna
infancia fue encumbrándose rápidamente hasta llegar a ser considerado, de forma casi unánime,
el mejor jugador de su década.

aunque la verdad siempre es más turbia y no por ello menos prolija. efectivamente, don heraclio
unió a sus fulgurantes éxitos iniciales, pertinaces sequías de comodines... fueron inútiles pues
sus esfuerzos para enderezar el rumbo de los acontecimientos.

ni siquiera una dieta espartana, sustitutiva a su vez de noches de vino tinto y ambrosias, mejoró
gran cosa su ánimo ni lo que era peor, su azar. ni tan siquiera el gesto de matricularse en el
guimnasio más elitista de la ciudad y trabajar noventa minutos diarios con pesas, aportó cambio
alguno a lo que empezaba ya a ser, una delicada situación.

aquellos jockers que antaño fluían en el devenir de una partida de manera armónica y continuada eran ahora motivo de angustia y desesperación cuando no, de chanzas entre
sus propios colegas del gremio.

entonces conoció las calles más sucias del planeta, los lupanares mas inmundos y casas de
lenocidio inimaginables por cualquier mente que no estuviera enferma.

un dia, la bombilla del saber fue accionada por mano ignota y el cerebro de don heraclio
-exactamente como siglos atrás el de san pablo- vió la luz allí donde hasta entonces habia
reiunado la oscuridad.

"tate! -se dijo- si los comodines no vienen a mi, yo iré a los comodines!" dicho y hecho: se
unió comercialmente con un ex-falsificador de billetes de banco arrepentido y juntos, levan-
taron la primera fábrica dedicada a la fabricación y venta de comodines en una nave indus-
trial de un polígono que estaba en las afueras de tarazona.

huelga decir que hoy dia, don heraclio fournier está considerado de forma abrumadora
hombre de palabra y padre y esposo ejemplar. cuando hace unos años la hacienda pública
del país le homenajeó por su dilatada contribución al erario público, se le oyó mascullar
por lo bajinis:

-anda huevos, heraclio!

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